San Pedro Sula
El Monseñor de la Diócesis de San Pedro Sula Ángel Garachana Pérez, da a conocer su acostumbrado mensaje de Semana Santa en el año jubilar de la misericordia 2016.
A continuación el mensaje del Obispo Garachana:
En estos días se intensifican los operativos y las recomendaciones para una Semana Santa segura, se cuidan los preparativos y ofertas para una Semana Santa vacacional y turística. Pero la Iglesia Católica, comunidad de seguidores de Jesucristo, viene preparándose espiritual y moralmente a lo largo de la cuaresma, 40 días, iniciados e miércoles de ceniza con el rito de la imposición de la ceniza.
Y en este año invito a todos aquellos a quienes llegue mi mensaje a vivir la Semana Santa como tiempo extraordinario de la misericordia de Dios, secundando así la convocatoria del Papa Francisco a un gran jubileo de la misericordia de Dios para con nosotros y de la misericordia de unos para con otros.
La misericordia es la palabra que revela, que da a conocer el misterio del Dios amor. Misericordia es la palpitación del corazón de la Iglesia. Misericordia es la actitud profunda de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia es fuente de alegría, paz y esperanza (Cfr El rostro de la misericordia, 2).
Y esta misericordia se ha hecho viva, visible, papable, plena en Jesús de Nazaret. Todo en Él nos habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión. Su vida entera es como un movimiento creciente de misericordia: de amor, de compasión, de perdón, de acogida y entrega que culmina en los últimos días de su existencia, es decir, en su pasión, muerte y resurrección.
Y precisamente en la Semana Santa, siguiendo una tradición milenaria de la Iglesia, los amigos de Jesús, los que creemos en El de corazón, nos reunimos en las casas, en los templos, incluso en las calles para recordar y revivir los últimos acontecimientos de la vida y muerte de Jesús; para comulgar con sus sentimientos y actitudes; para comprender, asimilar y vivir cada vez mas perfectamente el significado de su pascua, de su vuelta al Padre por el camino de la cruz.
Contemplando la cruz del Señor en estos días santos, con ojos de fe y corazón conmovido, comprendemos que “Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores…; nos ha reconciliado consigo por la muerte de su Hijo” (Rom 5,8-10). “Por su gran misericordia, por el inmenso amor que nos tiene, nos ha dado vida en Cristo” (Ef 2,4-5). En la cruz de Jesucristo encontramos la fuente de la misericordia, de la compasión, del perdón del Padre a cada uno de sus hijos, buenos y malos. Acerquémonos a ella confiadamente para recibir el perdón y la vida.
La misericordia de Dios Padre ha desplegado toda su eficacia transformadora resucitando a Jesús. La victoria del Amor de Dios sobre el poder del mal y de la muerte resplandece en el cuerpo glorioso del crucificado. La Iglesia, lleno de alegría y esperanza, celebra este triunfo de la misericordia sobre la injusticia y la violencia mortal, en la gran vigilia Pascual del Sábado Santo y a lo largo de los cincuenta días de la Pascua. Los invito a celebrar, reunidos en comunidad cristiana, esta fiesta de las fiestas, la resurrección del Señor, testimonio permanente de la eterna misericordia de Dios.
La contemplación, la acogida, la vivencia de la misericordia divina en estos días santos nos transformará a nosotros en cristianos misericordiosos como el Padre, como Jesucristo. La celebración sincera de la pasión, muerte y resurrección del Señor no nos deja indiferentes, nos toca el alma, nos conmociona, nos transforma a imagen y semejanza de Jesucristo, el compasivo, el justo y santo, el que entregó su vida para dar vida.
La vivencia humana y cristiana de la Semana Santa nos abre el corazón a quienes viven hoy situaciones de sufrimiento de precariedad y hasta miseria, de humillación y desprecio, de injusticia y explotación, a todos los que llevan en su carne y en su espíritu las huellas de la pasión del Señor.
En este año Jubilar, tocados en nuestras fibras afectivas y espirituales más delicadas por las celebraciones de Semana Santa, superemos la tentación de indiferencia, de insensibilidad, de habitualidad y cinismo ante el sufrimiento de tantas personas que son nuestros “prójimos”. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias de Honduras, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad humana y de los medios necesarios para vivir humanamente; despertemos nuestra conciencia para indignarnos por tanta corrupción de las conciencias, de las personas y de las instituciones y para trabajar más unidos por la justicia y la verdad. Acerquemos, como buenos samaritanos, a quienes están abandonados en los bordos de la vida para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad, de nuestra fraternidad (Cfr El rostro de la misericordia, 15).
Si acogemos agradecidos y conmovidos la misericordia de Dios Padre hecha visible en la pasión de Jesús y practicamos nosotros la misericordia con el prójimo viviremos una Santa Semana y tendremos una feliz Pascua de Resurrección. Así se lo deseo.