Serena Williams, la reina del tenis mundial, compareció el domingo ante los periodistas, deseosos estos de que la número uno les bridase algún buen titular y les comentase cómo afronta la defensa de su título en Wimbledon.
Sin embargo, la estadounidense dejó a todo el mundo frío. En la línea de sus últimas apariciones, a la reina del circuito cuesta un mundo arañarle una sonrisa en los últimos tiempos. A Serena, 34 años, ganadora de siete trofeos en el All England Tennis Club (2002, 2003, 2009, 2010, 2012 y 2015), se le percibe ausente, como si hubiera perdido la alegría.
Su última exposición fue de lo más clarividente. Manteniendo siempre las formas, se volvió a expresar desde una relativa indiferencia, muy cercana a la pasividad, lo cual conduce a pensar a muchos que hay algo que no termina de funcionar bien para ella. Estuvo seria la norteamericana, al igual que hace unas semanas en París, donde también fue muy difícil para los fotógrafos captarle en la sala de prensa en una disposición alegre.
Desde hace tiempo, se la nota ausente y apática, en contra de su naturaleza hedonista. Actúa como una campeona inánime, a la que, al menos en la proyección exterior, no parece escocerle demasiado la derrota, al margen de su inigualable fair play, absolutamente incuestionable.
El caso que Londres fue el marco de su último gran triunfo, hace un año. Después, una durísima derrota en las semifinales de Nueva York, contra Roberta Vinci, y este año más carestía de grandes títulos. Cedió contra todo pronóstico en la final de Australia, ante Angelique Kerber, y en la de Roland Garros, frente a Garbiñe Muguruza.
herida de Nueva York
El tropiezo. faena que persigue para engrandecer su currículo. Esa derrota le dolió como muy pocas. Así lo reconoció unos días después: “No es un secreto que he jugado lesionada parte del año, ya fuera por mi codo, mi rodilla o, más recientemente, después de un determinado partido en Flushing Meadows, mi corazón”. Desde entonces no ha podido dar caza a S
Ahora, ante el temor de que haya podido perder apetito competitivo, de que la desilusión se haya apoderado de ella, Londres es a priori la ventana perfecta para la reinserción en el éxito. Sin embargo, sus respuestas, escuetas y gélidas, no desprenden excesivo optimismo.
“No siento ninguna presión ni estrés. Tengo confianza”, respondió este domingo. ¿Qué puedes decir de la primera vez que jugaste aquí? “No lo recuerdo”. ¿Quién es la favorita este año? “No lo sé”. ¿U qué puedes comentarnos de la suiza Amra Sadikovic [150 del mundo], tu tival en la primera ronda? “Honestamente, no importa contra quién juegue. No es algo que me preocupe”. Maria Sharapova no está esta edición aquí. ¿Qué te parece? “Ya he hablado sobre eso antes”.