Las fuerzas aliadas al presidente sirio Bashar Asad han continuado este sábado aniquilando los barrios sitiados de Alepo. Empleando un armamento notablemente más destructivo que en los últimos meses según testigos, las aviaciones siria y rusa han acabado con la vida de 117 personas, que se suman a las 167 del día anterior para hacer de este fin de semana uno de los más mortíferos en cinco años de guerra.
El castigo sobre la segunda ciudad del país es consecuencia del anuncio, el jueves pasado, de una gran ofensiva para acabar con los grupos armados opositores – entre los que hay tanto moderados como yihadistas, unidos por conveniencia estratégica- de los distritos del este, donde viven 250.000 civiles. Esta ofensiva, que cuenta con milicias islamistas chiíes afganas e iraquíes, se venía fraguando antes de la semana de alto al fuego pactado por Rusia y EEUU, que expiró hace seis días.
La presión que se quiere ejercer sobre los civiles es tal que, si lo primero que hicieron los aviones el viernes fue atacar tres centros de los equipos de rescate Cascos Blancos para obstaculizarles la tarea posterior, hoy han destruido undepósito de agua crucial para todo Alepo. Casi dos millones de alepinos han quedado sin agua corriente, tanto en zonas antigubernamentales como en controladas por el Gobierno. UNICEF lo ha calificado como “crimen de guerra” y ha pedido una pausa para repararlo.
Las numerosas imágenes que han vuelto a inundar internet gracias a los teléfonos de los pocos activistas que siguen vivos dentro de Alepo muestran cómo los civiles resultaron especialmente perjudicados por las acciones oficialistas. Los opositores, frustrados, arremetían tanto contra Rusia y Siria como contra EEUU, a la que acusan de no haber contribuido al sostenimiento del alto al fuego de la semana pasada.
“La tregua entró con la zona rebelde de Alepo sitiada otra vez. Ya se temía que laruptura de la tregua significara un ataque masivo contra Alepo para conseguir repetir un patrón que siempre le funcionó al régimen: sitiar una zona, bombardearla intensamente, y esperar a que algún intermediario (casi siempre la ONU) consiga un ‘acuerdo’, según el cual los rebeldes y civiles sitiados salgan hacia otras zonas y el régimen se queda con el terreno”, describe Yassin Swehat, editor de la revista digital Aljumhuriya. Swehat recuerda que el ejecutivo sirio ya usó esta táctica en la zona vieja de Homs, en diciembre de 2015 y, más recientemente, hace unas semanas en el suburbio damasceno de Daraya.
Durante su discurso en la ONU, el ministro de Exteriores sirio Walid Moallem ha asegurado que Siria está más determinada que nunca para acabar con los “terroristas”, que es como el régimen llama a cualquier disidente. En los pasillos de Nueva York, donde aún se habla de resucitar la tregua, se ha vuelto a ver al secretario de Estado de EEUU, John Kerry, sombrío. “No podemos ser los únicos intentando mantener esta puerta abierta. Rusia y el régimen deben hacer su parte”, dijo a los reporteros.