viernes, noviembre 22, 2024

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¿Qué pasaría si Trump pierde las elecciones y no admite derrota?

Durante su reciente visita a Miami, el presidente Barack Obama llamó la atención sobre la “peligrosa” actitud del candidato republicano Donald Trump, cuando insinuó que no reconocería los resultados de las elecciones si estos le son desfavorables.

“Es peligroso –apuntó Obama-. Porque cuando tratas de diseminar eso en la mente de las personas sobre la legitimidad de nuestras elecciones, eso mina nuestra democracia”.

Comoquiera que siempre habría dos escenarios, uno favorable y otro en contra de cada candidato, valdría la pena poner sobre la mesa las consecuencias de una posible no admisión de los resultados por parte del magnate neoyorkino. Porque curiosamente, aquí hasta los ganadores terminan perdiendo.

Como era de esperar, no pocos analistas y políticos de todos los matices ideológicos coinciden en que sería un desastre simbólico para la democracia estadounidense si por primera vez en 200 años se produce semejante revuelo mediático y una transición no pacífica del poder.

“Supongo que esté hablando de presentar una demanda o algo similar –especuló el comentarista político Bob Sheiffer-. Espero que no esté hablando de planear un golpe”.

Si Trump pierde las elecciones y no admite su derrota se trataría más bien de un acto simbólico de desacato hacia una larga tradición, ya que no está comprendido en la legislación ningún acápite que determine que el perdedor pueda cambiar la cosas.

En otras palabras: si los resultados en las urnas dan una amplia ventaja al ganador, no importa que el perdedor admita la derrota. Una vez que el Tribunal Supremo valide los resultados electorales, el candidato perdedor no tiene nada que hacer.

Ahora bien, en caso de que el resultado sea demasiado reñido entre ambos contendientes o que en uno o dos estados de la Unión haya evidencia de irregularidades en el voto, deberíamos esperar -conociendo los impulsos de Trump- que este se lance a echar a andar un trámite legal que impugne las elecciones y que obligue a un nuevo recuento.

Consultado por el portal www.politico.com, el asesor para política exterior de la campaña del republicano Mitt Romney en 2012, Dan Senor, aseguró que “nunca hemos tenido un candidato presidencial que haya puesto en duda la legitimidad de un resultado electoral a nivel nacional”,

“El daño a nuestra democracia podría ser sustancial’, concluyó.

Pero hay algo más peligroso y concreto. Si se toman al pie de la letra las palabras en Twitter del célebre David Clarke, sheriff del condado de Milwaukee, en Wisconsin, y partidario furibundo de Trump, de que habría que sacar a la calle las antorchas y las horcas, entonces todos deberíamos preocuparnos.

“Creo que Trump está jugando con fuego”, declaró para AFP Matt Dallek, profesor asociado de Gestión Política en la Universidad George Washington, tras lo cual advirtió que “no debemos excluir la violencia”, porque en un país en el que hay más armas que personas “sólo se necesita a un seguidor de Trump enojado y armado para que se produzca una tragedia”.

Este ambiente de suspicacia y paranoia con relación al día del voto ha provocado que, según una encuesta de Pew Research, apenas un 38% de los seguidores de Trump considere que sus votos serán contados como es debido, y que solo un 49% de todos los votantes registrados en el país se muestre “muy convencido” que no habrá error en el conteo general.

De acuerdo con otros sondeos, no pocas de las figuras de peso del Partido Republicano se horrorizan de los esfuerzos de Trump por deslegitimar a unas instituciones que son el pilar de la democracia norteamericana.

Estos barones de la política coinciden en que las acciones de su candidato no amenazan solo a la mayoría republicana en el Congreso o a la supervivencia misma del partido, sino también a la estabilidad del sistema político del país.

“El daño que esto le hará a diversas instituciones será a largo plazo”, considera el conservador Charlie Sykes, reconocido locutor de radio de Milwaukee y una de las voces que de manera más abierta y coherente se ha revelado contra el candidato republicano.

“¿Cómo se restaura el discurso civil después de todo esto? –se pregunta- Trump es un autoritario posmoderno que está deslegitimando todas las instituciones.”

De modo que el próximo 8 de noviembre, a diferencia de otras elecciones presidenciales, abre no una sino dos incógnitas: ¿Quién será el próximo presidente de Estados Unidos? Y ¿Qué pasará si Trump pierde y no reconoce el resultado?

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