viernes, noviembre 22, 2024

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Luka Modric: “La Décima me pone la piel de gallina”

La supervivencia: al escuchar las alarmas tenían que dejar de entrenar y salir a toda prisa hacia el refugio antibombas. Ganaba el niño que llegase primero. Corría entonces al frente del grupo un pequeño querubín de pelo rubio, el más bajito de todos.

El fútbol sacó a Luka Modric (Zadar, 1985) de los escombros de la guerra. Literal. Un ojeador le detectó en la puerta del hotel de refugiados donde se alojaba su familia. Atrás quedaban la casa de su aldea en llamas y el abuelo fusilado por los serbios. «Me ha costado mucho llegar hasta aquí. Por eso valoro tanto todo esto», reconoce el croata señalando la espléndida área recreativa de la residencia de jugadores del Real Madrid, con altavoces Bose, grande sofás blancos de piel y ejemplares de ForbesRobb Repo.  

En la estantería de recuerdos del salón del primer equipo, en Valdebebas, hay botas de los años 20, la ficha federativa de históricos -como Zamora, Kopa o Gento- y un busto de Santiago Bernabéu. También aparece en una imagen Modric con la melena rapada, en plena celebración de la Décima, hace ahora casi dos años. «Esta vez, si ganamos, no me corto el pelo. No lo vuelvo a hacer», advierte con media sonrisa al ver su aspecto de aquellos días de gloria.

De su empeine derecho salió el centro medido a la cabeza de Sergio Ramos, en un córner que él mismo provocó al disputar con David Villa un balón rebotado en la agónica prolongación. Frío, sin caer en la histeria lógica del momento, templó con la potencia precisa al corazón del área. «Menos mal que la puse bien, porque el anterior saque de esquina me equivoqué al hacerlo en corto», se critica a sí mismo, con la película de Lisboa clavada en la memoria. «Cuando veo las imágenes de la Décima se me eriza la piel. ¿Cómo se dice en español? La piel de gallina, ¿no? Ojalá esta temporada podamos llegar muy lejos. Es una competición especial».

Dos metros más allá, se fija en la fotografía del estético remate de Zinedine Zidane en Glasgow para amarrar la Novena Copa de Europa. Un rato antes, el francés corregía bajo la lluvia conceptos a un canterano en el campo tres de la Ciudad Deportiva, mientras que las estrellas de la primera plantilla ya desfilaban por la recepción de la lujosa residencia. «Tengo mucha sintonía con el mister», cuenta Modric sobre el entrenador que antes fue su ídolo junto a Boban, otro centrocampista croata de arte.

La conexión con Zidane surgió en 2014, cuando éste ejercía de asistente de Ancelotti. Compartieron muchas sesiones individualizadas, de control, regate y disparo. «Cuando él participaba en los partidillos, todos queríamos ir en su equipo. Qué espectáculo», recuerda. Ahora al frente del banquillo, el técnico toca menos la pelota y habla mucho más. «Él te seduce y convence. Se aprende cada día en los entrenamientos, que son muy intensos», asegura uno de los jugadores que más ha crecido en el escalafón del vestuario, en la senda ya de los capitanes y con voz contundente al micrófono. Fue de los primeros en decir con claridad que el equipo necesitaba un cambio de patrón, después de despedirse personalmente de Rafa Benítez.

Tras las etapas de ensayo en la Liga, con goleadas en el Bernabéu y sofocos a domicilio, llega esta semana en el Olímpico de Roma el primer gran test del Real Madrid de Zidane y también Modric. Sus dos períodos de baja la pasada temporada destrozaron al cuadro de Ancelotti, echándole sobre todo de menos en la semifinal de la Champions ante la Juventus. Desde entonces, el club cruza los dedos por su salud. «Estoy bien, muy fuerte. Además me cuido mucho», relata un jugador perfeccionista dentro y fuera del césped, donde estira sus jornadas laborales sobre la camilla de los recuperadores. El día anterior al encuentro con este periódico -el jueves pasado-, tuvo a un equipo de la BBC esperando hasta casi las cuatro de la tarde. Lo primero, su cuidado.

 Es de los últimos en abandonar Valdebebas y de los pocos que siempre come el menú personalizado en el restaurante de la residencia. Modric tuvo que acercar su físico al inmenso talento que demostraba desde niño. El Hadjuk Split, su pasión infantil, no le aceptó en las categorías inferiores por sus escasos centímetros. Y el Dinamo de Zagreb, donde sí hizo carrera, le obligó antes a bregarse a golpes en la durísima liga bosnia y en un club de barrio como el Zapresic. Ya de vuelta en el Dinamo, en su primera temporada certificó el alirón con un violento disparo a la escuadra, similar al que descerrajó en Los Cármenes hace ocho días. Se lo clavó al Hadjuk, el equipo que le había rechazado por ser bajito. El pequeño gigante voló después a Inglaterra, al Tottenham, antes de que José Mourinho se lo pidiera a Florentino Pérez en el 2012.

«¿Cómo no voy a estar feliz en Madrid? Desde el principio todo el mundo me ha tratado con muchísimo cariño». Habla Modric de la buena adaptación de su familia, de los paseos por el Retiro («Con una gorra casi nadie me identifica») y las compras en el centro. Optó por una casa en La Moraleja, cerca de la Ciudad Deportiva y lejos de la brillantina de La Finca, donde residen la mayoría de las estrellas blancas. En sus días libres, algo de turismo cercano o la Costa del Sol. «He conocido Segovia y Toledo, aunque si tengo tiempo, prefiero ir a mi país. En vacaciones busco la Costa Dálmata, cerca de mi ciudad, Zadar». Le gusta escuchar a su hijo Ivano (seis años) expresarse con soltura en español y a Emma (tres) decir sus primeras palabras en la lengua de adopción.

Él aprendió sin academias. «Debo mejorar con los verbos», se exige. En Londres sólo necesitó un mes de profesor para lanzarse en inglés. Facilidad balcánica para los idiomas, como demostró el sábado por la noche tras ganar al Athletic su compatriota Mateo Kovacic, cómodo en su correcto castellano. «Luka es fundamental en nuestro juego.
Y su familia me ha ayudado mucho en España», detalla a EL MUNDO el joven centrocampista croata, adoptado por Modric desde que llegó al club el pasado verano. Los dos, junto al azulgrana Rakitic, conforman la poderosa medular de Croacia, rival de la selección española en la primera fase de la próxima Eurocopa. El segundo reto del año para Modric. Antes, la Champions con el Madrid. «Daremos nuestra mejor versión», promete.

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