Los futbolistas del club Mapaches de la segunda división mexicana eran los más felices la tarde del 7 de diciembre de 2008. Entre ellos estaba el ahora delantero de la selección Ángel Sepúlveda. Los chicos habían viajado desde Nueva Italia, Michoacán hasta la Ciudad de México para jugar contra los juveniles del Club América. Antes de irse, Sepúlveda no desaprovechó para pedirles fotografías a los que ya estaban en primera división y que veía desde el televisor. Ya en el camión una noticia cimbró al equipo: habían detenido al dueño, Wenceslao Álvarez, un narcotraficante de La Familia Michoacana.
Sepúlveda de apenas 16 años intentó bajar del bus, pero un agente de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) le detuvo. “Ahora sí se los cargó. Tírense al suelo”, les gritó a los jugadores, utileros y algunos familiares. Del sur de la capital los llevaron al centro. Les retuvieron dentro del camión hasta medianoche y después regresaron a casa. Esa vez no pudieron dormir. “Nos detuvieron como si fuéramos narcotraficantes y sólo sabíamos de fútbol”, recuerda.
La detención de Wenceslao Álvarez provocó la desafiliación inmediata del club; los jugadores quedaron a su suerte y tuvieron que buscar cabida en otros equipos. Álvarez era un ferviente apasionado por el fútbol y por eso fundó Mapaches en la tercera división. Sus chicos lograron el ascenso. Cuando el narcotraficante veía que su equipo era apaleado en el primer tiempo, se metía a los vestidores y le ofrecía a cada jugador mil pesos. “Salíamos, marcábamos siete goles y nos daba el dinero. Siempre nos trató de maravilla”, dice Sepúlveda con una sonrisa que deja ver un alineador dental. Su desafortunada detención no lo ha afectado, “es una anécdota más”.
Ángel Sepúlveda tiene 25 años. Creció en Cenobio de Moreno, a 17 kilómetros de Apatzingán, Michoacán una de las zonas azotadas por el narcotráfico. “Es parte del día a día, uno puede ver ese tipo de cosas. Los narcos no se meten contigo mientras no hagas cosas malas”, asegura. Para él, su Estado “ya no tiene remedio”.
“Mi nombre no ha sonado tanto, tampoco he estado en los grandes equipos del fútbol mexicano”, dice Sepúlveda. A pesar de eso, el seleccionador de México,Juan Carlos Osorio, le hizo parte del equipo absoluto. En su estreno contra El Salvador marcó de cabeza y selló un debut de ensueño. Aquella noche aprovechó las ausencias de Javier Chicharito Hernández y de Oribe Peralta, bajas por lesión.
“Muchas veces al jugador mexicano sólo le dan un par de partidos para mostrarse. Al extranjero le dan más, unos seis para que se puedan adaptar. Depende del técnico y de la directiva”, asegura Sepúlveda con referencia a la ausencia de delanteros mexicanos en la liga mexicana. Ninguno de sus compatriotas lidera la tabla de goleo del actual torneo. Sepúlveda no ha podido marcar.
Una de las cualidades del jugador de los gallos del Querétaro es su versatilidad. Puede jugar en las dos bandas y como un nueve letal, eso le ha servido a su entrenador Víctor Manuel Vucetich y al seleccionador Osorio. La prensa mexicana ha arremetido contra los nuevos talentos que llegan al equipo nacional, entre ellos Sepúlveda. “Es un orgullo que me critiquen por estar en la selección”, afirma.