El edificio más famoso de Braunau am Inn dejará de existir en un futuro no muy lejano. Aquí, en esta pequeña localidad cercana a la frontera alemana, nació hace 127 años Adolf Hitler. Tras años debatiendo qué hacer con los primeros ladrillos que vio el hombre que medio siglo después haría arder Europa, la polémica se zanjó el lunes. “La casa de Hitler va a ser derruida. El sótano puede quedarse, pero se va a construir un nuevo edificio, que será usado para una fundación benéfica o para las autoridades locales”, dijo el ministro del Interior austriaco, Wolfgang Sobotka, al diario Die Presse.
La decisión no agradará a los que llevan años pidiendo que en el lugar de nacimiento del fundador del nacionalsocialismo, donde solo vivió unas semanas, se levante un monumento que recuerde el horror que trajo al mundo esta ideología. Es el caso, por ejemplo, del politólogo austriaco Andreas Maislinger. Hace 16 años que se esfuerza por sacar adelante el proyecto que él bautizó como Casa de la Responsabilidad, un lugar donde jóvenes de todo el mundo puedan discutir sobre los errores del pasado y los retos del presente y futuro.
“Pese a que vivió en Braunau muy poco tiempo, el nombre del pueblo está indisolublemente ligado al de Hitler. Con la Casa de la Responsabilidad se podría romper este estigma”, señalaba en abril a EL PAÍS el impulsor del proyecto, que logró apoyos internacionales como el de la Liga Antidifamación de Nueva York. Su página de Facebook contaba el lunes con 4.256 simpatizantes.
Pero el ministro Sobotka no comparte esta idea. “Ya tenemos monumentos que recuerden lo ocurrido, como por ejemplo el campo de concentración de Mauthausen. También va a continuar el trabajo de los historiadores para investigar el periodo nazi”, asegura.
Austria —anexionada al Tercer Reich en 1938, cuando Hitler y los suyos fueron recibidos por una multitud enfervorecida en las calles de Viena— tiene una complicada relación con su pasado nazi. El examen de conciencia llevado a cabo por Alemania ha sido mucho más ligero en sus vecinos del sur.
Pese al anuncio del ministro de que la casa será derruida, un portavoz oficial citado por la agencia Reuters considera que la demolición es “una posibilidad”. Lo que es seguro, continúa, es que el espacio se va a remodelar a fondo hasta “no ser reconocible” y que se evitarán los espacios vacíos.
Con esta decisión, el Gobierno austriaco sigue el consejo de una comisión de expertos creada para este fin, en la que ha participado, además de historiadores y funcionarios, el representante de la comunidad judía en Austria. El objetivo primordial de las autoridades del país es impedir que el número 15 de la calle Salzburger Vorstadt de Braunau caiga en manos equivocadas y se convierta en lugar de peregrinaje de los nostálgicos del nazismo. Por eso el Gobierno anunció el pasado mes de abril que, después de mantener durante más de 40 años un alquiler pagado por el Estado, había decidido expropiar el inmueble a su propietaria. El Parlamento prepara un proyecto de ley, que todavía no tiene fecha de presentación, para culminar la expropiación.
Braunau quiere deshacerse cuanto antes de la etiqueta de “ciudad parda” (el color de las camisas de las temibles tropas de asalto SA). Esta voluntad de romper con el pasado es la que llevó a su alcalde a dar un golpe encima de la mesa en 2012: propuso derribar el inmueble y levantar allí nuevas viviendas. La sorpresa se extendió por la prensa internacional. “¿Apartamentos Hitler?”, preguntaba con sorna el Washington Post. Ahora, el Gobierno austriaco propone algo parecido, pero no igual. El nuevo espacio deberá estar ocupado por una organización social o un organismo público. Pero eso no evitará que más de uno eche en falta un lugar que recuerde lo que, hace más de un siglo, comenzó allí.