sábado, noviembre 23, 2024

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Barack Obama en guayabera

El presidente norteamericano Barack Obama, el hombre que representa el imperio de la acera de enfrente, el enemigo implacable destinado por la propaganda socialista a destruir el país, amanece hoy en La Habana respaldado casi por Cuba entera y como una figura clave para el porvenir del progreso y la democracia en la Isla.

El viajero y su comitiva han conseguido lo que se ha visto como un imposible a lo largo del más de medio siglo de dictadura castrista: la unidad de los cubanos que viven en el territorio nacional .

El Gobierno favorece la visita porque sabe que podrá sostener sus ruinas con los recursos económicos de los inversores y gracias a las medidas de apertura comercial que ha tomado y tomará Estados Unidos. Y los grandes sectores marginados de la población porque tienen la esperanza de que haya pan en las mesas y se amplíen y se afiancen los rastrojos de capitalismo que ha permitido por necesidad el partido comunista.

El respaldo al viaje de Obama que requiere de una especial sabiduría y tolerancia es el de la mayoría de los grupos de la oposición pacifica. Esos cubanos están todos los días bajo la violencia de una represión que incluye palizas, arrestos arbitrarios y mítines de repudio y se ha intensificado en los últimos meses. Y la ordenan desde sus oficinas los anfitriones oficiales del ilustre huésped.

Los opositores le dan al viajero apoyo crítico pero realista. Una declaración de un grupo de líderes de la disidencia y ex presos políticos suscrita en la víspera de la llegada del presidente norteamericano dice que la visita es una oportunidad “para que la clase política gobernante cubana entienda que ya no hay espacio para la filosofía de la fortaleza sitiada, la cual califica a todo disidente como un traidor, ni para el mantenimiento de un régimen político excluyente, discriminatorio y autoritario”.

El oropel mediático del viaje disimula la falta de libertad, la pobreza, la percusión y el acoso a quienes no aplauden a los opresores, las celdas de castigo, los atropellos y las golpizas que reciben los domingos las Damas de Blanco frente a la iglesia habanera de Santa Rita. Aquí no aparecen los cubanos que se lanzan al mar.

Esa realidad está ahí y la dictadura aparece reforzada. Es un asunto que no puede cambiar ningún viajero.

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