Robert, Lucy y Tim tuvieron que vivir toda su vida con el miedo de “verse atrapados en otro capítulo de la historia de Stephen Hawking”. Aunque ellos lo llamaban “papá”, el cóctel de fama, ciencia y discapacidad en que se había convertido el astrofísico más mediático del último siglo podría haber hecho peligrar la relación con sus hijos, un hombre que durante la última etapa de su vida sólo podía utilizar un músculo de su cara para comunicarse con el resto del mundo.
“Estos son los consejos más importantes que he querido transmitirles. Uno, recuerda mirar hacia arriba, hacia las estrellas, y no a tus pies. Dos, nunca dejes el trabajo, él te dará un significado y un propósito en la vida sin el cual tu existencia estará vacía. Tres, si tienes la suerte de encontrar el amor recuerda que es algo muy raro, no lo tires nunca por la borda”, enumeró el británico durante una entrevista en el 2010.
Así aconsejaba Hawking a sus tres hijos que nacieron de su matrimonio con Jane Wilde, la mujer que le dio un motivo para seguir viviendo cuando le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica a los 21 años.
El primero de sus hijos fue Robert, tan sólo dos años después de que la pareja se casase en 1965 y cuya implicación en los cuidados de Stephen se convirtió en una ayuda fundamental para su madre.
A pesar de que durante su infancia dio muestras de estar interesado en la ciencia, al poco tiempo decidió estudiar en la Universidad de Oxford y empezó a trabajar para Microsoft como ingeniero informático, compañía a la que sigue ligado en Seattle, donde vive con su mujer y sus dos hijos.
Su segunda hija Lucy, nacida en 1970, personificó mejor que ningún otro ese carácter divulgador de su padre estudiando periodismo, profesión que nunca llegó a ejercer de manera estable a pesar de colaborar puntualmente con medios prestigiosos como The Guardian, The Telegraph, The Times o el Daily Mail, pero que sí que le sirvió para forjar “su propio estilo” literario.
Lucy decidió alternar su labor como docente científica con su verdadera vocación, la de escritora, que le llevó a escribir junto a su padre varios libros dedicados al público infantil. El más importante de ellos fue “La clave del universo”, una novela publicada en el 2007, traducida en 38 idiomas y vendida en 43 países.
Empeñada en cumplir uno de los sueños que compartía con su padre, “escribir para niños”, a Lucy, casada en 1998 con un empleado de Naciones Unidas, le tocó sufrir el diagnóstico por autismo de su único hijo, William, lo que le hizo volcarse aún más con las causas sociales. Actualmente, es vicepresidenta del National Star College, una institución dedicada a ayudar a personas con discapacidad, y es una de las fideicomisarias del Autism Research Trust.
Timothy, el más pequeño de los hijos de Hawking, nació casi como pistoletazo de salida a una época muy complicada para el astrofísico. La relación entre sus padres ya empezaba por aquel entonces a deteriorarse e incluso se ha especulado con que no sea hijo de Stephen sino de Jonathan Hellyer, el músico parroquial con el que Jane terminó casándose. En este sentido, la ex esposa de Hawking siempre ha querido ser tajante, asegurando que el único padre posible era su entonces esposo.
Pero lo cierto es que los primeros años de relación entre padre e hijo no fueron buenos, algo que el propio Tim llegó a confirmar en una ocasión al afirmar que irónicamente el instante en que empezó a crearse de verdad un vínculo entre ellos fue cuando éste perdió la voz. A raíz de ese momento, el pequeño de la familia pasó a compartir con su padre aficiones como la Fórmula 1 o el ajedrez.
Timothy en la actualidad trabaja en Lego después de haber estudiado francés y español en la Universidad de Exeter, parece ser el que ha heredado el sentido del humor de Hawking, ya que como recordó durante un documental emitido por la BBC, programaba palabrotas en la máquina que su padre tuvo que utilizar hasta el final de sus días para poder comunicarse además de bromear con él sobre su enfermedad.
Con información de Taringa