jueves, noviembre 21, 2024

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Dubai, el nuevo mercado de los chocolates de la hondureña Maribel Lieberman

Los chocolates que fabrica la hondureña Maribel Lieberman en Nueva York, que además se consumen en Japón, Reino Unido y Suiza, ahora están endulzando el paladar de compradores en Dubai, donde se han abierto mercado este año.

“Estamos abriendo ahora en octubre una tienda en Dubai, donde están trayendo a los chocolateros más famosos del mundo, hay como veinte ‘chocolatiers’ de Francia, Bélgica, Inglaterra, España, Italia y dos de América, de esos, uno soy yo”, dijo Lieberman en entrevista con la agencia Acan-Efe en Tegucigalpa.

Sus productos ya se están mostrando en un gran salón de Dubai, en el que entre otras cosas hay un museo y bares de chocolates, indicó la empresaria, quien recién expuso en Tegucigalpa sobre el éxito de su empresa a jóvenes estudiantes y profesionales de su país.

La semana pasada, la hondureña también figuró entre los invitados en un simposio de la Universidad de Yale sobre productores agrícolas para que aporten comida de calidad a un mundo que crece cada día.

En su opinión, la mejor manera para producir alimentos de mejor calidad en el siglo XXI es con métodos modernos, educación sobre valores nutritivos, formar pequeños grupos educativos con cooperativas e intercambiar conocimientos.

“Necesitamos trabajar con los pequeños agricultores y apoyarlos para que se conviertan en soluciones sostenibles. Esta es la mejor manera para incrementar la producción y mejorar la calidad de vida protegiendo al mismo tiempo el planeta”, dijo Lieberman.

Los chocolates “MarieBelle” también se han consumido en Francia, mercado del que Lieberman explicó que se retiró hace algún tiempo por la subida del euro y “muchas dificultades para exportar”.

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No es fácil para la empresaria expandir a otros mercados sus deliciosos chocolates, que son auténticas obras de arte en miniatura, lo que incluye el fino empaque de sus productos.

El hecho de no tener ningún socio le ha impedido a Maribel llegar a otros países de Europa, Asia y América, pero eso no le preocupa porque tiene claro que en sus proyectos trabaja “poquito a poco”.

“Pienso lo que voy a hacer y lo estoy haciendo sola porque quiero poner las bases muy fuertes antes de traer un socio conmigo”, enfatizó la hondureña, quien es natural de Jutiquile, departamento de Olancho, en el oriente del país centroamericano.

La empresaria probó su primer chocolate cuando era niña, en su natal Jutiquile, de lo que recuerda que “hacían las bolitas para hacer chocolate caliente”, sin tener idea de que la materia prima era el cacao, ni imaginarse que llegaría a ser famosa con sus chocolates.

“Me acuerdo que las molían (las semillas del cacao) y hacían bolitas que las amarraban en tusas (hoja de maíz), pero cuando probé una taza de cocoa con leche, nunca relacioné que era cacao”, relata Lieberman, quien tiene su elegante tienda de chocolates en Nueva York, en Soho, mientras que su fábrica opera en Brooklyn.

Desde hace varios años la mayoría del cacao que consume Maribel para elaborar sus chocolates es producido en el norte de Honduras, donde apoya a un grupo de mujeres que se dedica al cultivo de ese grano que conocieron los aztecas y los mayas.

Cada chocolate que produce es una pequeña obra de arte con un pensamiento suyo, de lo que el consumidor se entera al abrir el empaque, en el que lo primero que ve es una información ilustrada de lo que se llevará a la boca, lo que causa una dulce sensación.

De unas 20 personas consultadas por Acan-Efe en Nueva York y Honduras sobre cuál fue su reacción al abrir una caja pequeña o grande de chocolates “MarieBelle”, la respuesta fue casi generalizada: “No dan ganas de comérselos”, sino guardarlos como de colección.

Un chocolate con el diseño de una niña que lleva puestos los zapatos de su madre, por ejemplo, representan a Angelina, hija de Maribel, y a todas las niñas del mundo que hacen lo mismo cuando juegan a ser grandes como su mamá poniéndose sus tacones.

“Cuando le pongo diseño a los chocolates o a cualquier cosa, hay un pensamiento en mí, no es solo decir que me gusta ese diseño y lo pongo en el chocolate”, explica la empresaria sobre cada ilustración de sus chocolates.

El delicado y fino trabajo que implica cada diseño -unos 100 hasta ahora- en sus chocolates, son para Lieberman como el de un pintor cuando hace una obra, en la que plasma lo que está pensando.

Al diseñar su línea y tamaño de chocolates, Maribel pensó en que “no tiene que ser tan grande, ni tan pequeño”, sino que el cliente “se lo pueda poner en la boca y se terminó, no estar con los dedos untándose porque eso no se ve elegante primero, ni es apetitoso”.

“Cuando tú abres la caja de chocolates, ves los dibujos, ves qué significado tiene cada uno, eso es una curiosidad y recibo muchos comentarios como: “‘no me los quiero comer porque están muy lindos'”, apostilló.

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