El ateísmo viene de largo y es tan antiguo como la creencia en Dios, sostiene el profesor Tim Whitmarsh, que enseña Cultura Griega en la Universidad de Cambridge y se desmarca estos días con un libro,Battling the Gods, indagando como pocos en la raíces de la “no creencia” en seres divinos.
Asegura Whitmarsh que la idea de que el ateísmo en un “invento” de la Ilustración, propulsado por los avances de la ciencia, ha sido un mito que pervive hasta nuestros días por la influencia del cristianismo. El profesor de Cambridge reconoce que ha tenido que excavar “bajo los escombros acumulados durante siglos de censura cristiana” para encontrar indicios de ateísmo en culturas milenarias.
Whitmarsh se rebela también contra idea de que la religión es un producto inevitable de nuestra evolución como especies. “Estoy intentando rebatir la noción de que los humanos estamos “programados” para creer”, declara aThe Guardian el experto en cultura clásica, que ahonda sobre todo en las huellas de ateísmo en la Grecia politeísta, pasando por Sócrates y Platón.
A Sócrates le obligaron precisamente a beber cicuta por “no reconocer los dioses ancestrales”. Aunque su ejecución, sostiene Whitmarsh, no fue tanto por “herejía” como por razones políticas, ya que el ateísmo llegó a estar más o menos tolerado en la sociedad ateniense.
Se remite Whitmarsh a uno de los famosos diálogos platónicos, en los que un creyente arenga con complejo de superioridad a un “no creyente”: “Tú y tus amigos no sois los primeros en tener este este punto de vista sobre los dioses. Siempre ha habido de esos que sufren esta “enfermedad”, en mayores o menores números”.
“Podemos estar o no de acuerdo a la hora de bautizarlo como “enfermedad””, puntualiza Whitmarsh. “Pero Platón tenía seguramente razón en el punto principal: siempre ha habido a lo largo de la historia, y en todas las culturas, gente que se resiste a creer en un poder divino”.
Nos recuerda Whitmarsh a pensadores como Carnéades de Cirene, que dirigió la Academia de Platón en el siglo II antes de Cristo, y que consideraba “la creencia en dioses como algo ilógico”. Tiempo después, Jenófanes de Colofón criticó los dioses antropomórficos como “una invención humana y corrupta” (aunque propuso al mismo tiempo la evolución hacia algo parecido al panteísmo).
Los primeros ateos
Diágoras de Melos se llevó de hecho la mala fama del primer ateo en la Grecia clásica. Los atomistas Leucipo y Dmócrito defendieron luego una visión materialista del mundo en la que no había lugar para la intervención divina. Whitmarsh recuerda cómo los epicúreos, en pos de la vida feliz y delcarpe diem, fueron llamados en sus tiempos los “ateos” (literalmente, “sin dios”).
El autor de Batallando a los dioses se desmarca del debate actual, propiciado tanto desde el cristianismo como desde el “nuevo ateísmo”. “Las dos posturas pecan de vanidad modernista”, asegura Whitmarsh.
“Lo cierto es que la no creencia en un poder supranatural es tan vieja como nuestras colinas”, concluye el profesor de Cambridge. “Es de una profunda ignorancia creer que los europeos “iluminados” del siglo XVIII fueron los primeros en batallar contra los dioses. De hecho, en las sociedades antiguas fueron más capaces de contener el ateísmo dentro de lo que estaba considerado “normal””.