A la media hora, Xabi Alonso, mediocentro titular, empezó a ver el fútbol con algo de su habitual clarividencia. Había amainado un poco la tormenta rojiblanca sobre ese verde que tan poco gustó a la expedición del Bayern. “El Atlético ha jugado como esperábamos”, analizó el donostiarra, frustrado por no saber hacer frente a una idea tantas veces vista, tantas veces indestructible.
Ganó el Atlético bajo las pautas de Diego Simeone: victoria por la mínima y cero goles en su portería. En siete de sus ocho eliminatorias en Champions ha mantenido el cerco en torno a su área. Sólo un gol de Kaká con el Milan, allá por marzo de 2014, generó cierta incertidumbre por el Manzanares. Aquella noche de octavos terminó en 4-1. Todo lo demás es historia.
Sin ir más lejos, el Barcelona visitó dos veces ese estadio y en ambas, con Leo Messi al frente, se quedó seco. Completaron la nómina Chelsea, Leverkusen, Real Madrid y PSV. Todos frustrados ante Thibaut Courtois o Jan Oblak. En realidad, si se amplía la perspectiva durante la época del Cholo en Champions, en sus 17 partidos como local, además del Milan, sólo Zenit (3-1) y Benfica (1-2) pudieron batir a la zaga colchonera. Es decir, 14 defensas sin tacha.
De los parias a los aristócratas
Para calibrar mejor el registro, sirva la mención a Rafa Benítez y José Mourinho, los dos grandes maestros del fútbol control en la última década. Durante su etapa en el Bernabéu, The Special One disputó nueve duelos de eliminatoria en el Bernabéu y encajó siete goles. Por su parte, el técnico madrileño recibió 11 tantos como local en sus 12 cruces al frente del Liverpool.
Simeone, arquitecto de la mejor defensa del mundo, ha dado continuidad a las enseñanzas de sus maestros. Levantando un muro contra los parias (Malmoe, Austria Viena, Astana), contra la clase media (Olympiacos, Galatasaray, PSV, Leverkusen) y contra la aristocracia (Barcelona, Bayern, Real Madrid, Chelsea). Más allá de su trato al balón, todos unidos en su incapacidad ante el gol, la suerte suprema del fútbol.
De nada sirvió esta vez al equipo de Pep Guardiola el 77 por ciento de posesión. Ni siquiera sus 735 pases, ni siquiera esas 631 líneas de balón bien dibujadas (85,8 por ciento). Ni siquiera las 20 ocasiones de gol y los siete disparos dirigidos hacia Oblak. “Ya sé que sólo el ganador se lleva la gloria, pero estoy muy, muy feliz por cómo hemos jugado”, comentó después el estratega del Bayern.
Turín y Lisboa como ejemplos
“Hemos creado las suficientes ocasiones para marcar”, añadió el técnico de Santpedor, incapaz de cumplir la premisa de Turín o Lisboa, de donde se marchó con dos goles en el zurrón. En el vestuario habían hablado mil veces de los primeros minutos de huracán rojiblanco, de cómo gestionar esa furiosa puesta en escena. Y ese fue precisamente su punto flaco.
“No entramos en el partido como habíamos previsto”, concedió David Alaba, cuyo zurdazo desde más de 30 metros sí mereció la red. El diagnóstico de Thiago, autor de unas cuantas fantasías diluidas en nada, destilaba una desoladora simpleza, entre la fanfarronería y la cruda realidad. “Ellos nos conocen y nosotros a ellos. Nos veremos en la vuelta”.