El pasado verano las casas de apuestas pagaban 5000 a 1 si el Leicester salía campeón de la Premier. La cuota fue bajando, pero siempre semejó una monumental sorpresa. Parece ficción, pero hoy es real: la cenicienta de la Premier se ha alzado con el título después de que el Tottenham no pudiese ganar en el feudo del Chelsea (2-2) en el último partido de la antepenúltima jornada del campeonato. Igualó una desventaja de dos tantos el equipo de Stamford Bridge con un gol de Hazard a diez minutos del final, prácticamente lo único que hizo esta campaña el mejor jugador de la pasada liga.
Los jugadores del Leicester recibieron la noticia reunidos ante el televisor en la casa del goleador Jamie Vardy mientras su técnico Claudio Ranieri iba a bordo de un avión tras visitar en Roma a su madre. El Tottenham buscó la victoria en un campo donde no gana desde hace más de 26 años. Pareció que podía conseguirlo porque se adelantó justo antes del descanso con goles de Kane y Lamela, pero el Chelsea respondió.
Descontó Cahill con más de media hora por jugar y a diez minutos del final marcó Hazard y le dio el título al Leicester ante el alborozo de la afición local. “Hacedlo por Ranieri”, rezaba una pancarta en el coliseo del último campeón de la Premier, ahora en mitad de la tabla tras una decepcionante temporada. “Odiamos al Tottenham”, cantaron sus aficionados durante varias fases del partido. Y así el anterior campeón le dio el relevo al nuevo, el más inesperado, un Leicester cuya eclosión se puede explicar en una serie de claves:
La dinámica. A nueve partidos del final de la pasada campaña, el Leicester era colista a siete puntos de la salvación. Acabó seis por encima de ella tras ganar siete partidos, empatar uno y caer contra un Chelsea embalado hacia el título.
Era la campaña de su regreso a la Premier League tras diez años lejos de ella, incluso con un paso fugaz en 2008 por el tercer escalón del fútbol inglés y una traumática derrota hace ahora tres años en un play-off de ascenso ante el Watford, con un penalti a favor errado en el último minuto de la prolongación y una contra inmediata del rival que les eliminó. Schmeichel, Morgan, Drinkwater o Schlupp jugaron aquel partido. Jamie Vardy, que no disputó ni un minuto, y Harry Kane, máximo goleador actual de la Premier con el Tottenham, estaban en el banquillo de suplentes aquella aciaga tarde. Hoy conforman la delantera de la selección inglesa.
El verano. A finales del pasado mes de junio el Leicester destituyó a Nigel Pearson, el técnico que lo había devuelto a la Premier y salvado del descenso. El club alegó “diferencias fundamentales de perspectiva”. Pocos días antes se había filtrado un video con tres jóvenes futbolistas del club en una orgía con mujeres durante una gira de post-temporada en Tailandia, la tierra del propietario de la entidad. En ellas proferían varios comentarios racistas y el club rescindió sus contratos. Uno de los jugadores era el hijo de Pearson, al que también se le reprochaban episodios pendencieros con rivales, periodistas e incluso aficionados.
El entrenador. Gary Lineker, gloria del club, del fútbol inglés y ahora respetado presentador de Match of the Day, el emblématico programa que resume cada jornada de liga en la BBC, fue taxativo tras el despido de Pearson. “El fútbol no deja de sorprender con su estupidez”. Cuando se supo el nombre de su sustituto no se cortó en su cuenta de twitter: “¿Claudio Ranieri? ¿De verdad?”. Le calificó como una opción “aburrida”. El italiano arribó tras un estrepitoso fracaso con Grecia, su primera experiencia como seleccionador. Había firmado por dos años y le dieron pasaporte tras cuatro meses, un empate y tres derrotas, la última en Atenas frente a Islas Feroe. Leicester llegó como su séptimo destino en ocho años cuando el equipo ya preparaba la temporada en un retiro austriaco. “No hay mucho que cambiar, apenas unas conceptos tácticos”, apuntó.
El dinero. El plantel actual del Leicester costó en traspasos menos de 30 millones de euros, la mitad de lo que pagó este verano el Manchester City por Sterling, un suplente. Por Mahrez, mejor futbolista de la temporada, pagó medio millón de euros; por Vardy abonó millón y medio. Ya con el nivel de precios actual en la Premier llegaron el pasado verano Kanté, tras pagar ocho millones al Caen galo, y Okazaki, por once millones pagados al Mainz, el fichaje más caro de la historia del club. El bajo coste del Leicester es relativo en parámetros de la liga española. Vardy cobra cinco millones de euros por año y el coste salarial de la plantilla, aunque está entre los más bajos de la Premier, supera los 60 millones de euros y en la Liga BBVA sería el sexto, equivalente al del Villarreal. Más de media Liga española está entre los 30 y los 14.
El estilo. “Sangre, corazón y alma”, detalla Ranieri sobre su equipo, que desprecia la importancia de la posesión del balón y equilibra los partidos en base a la presión y el contragolpe. Domina el juego aéreo y se mueve con una máxima. “Disfrutamos al dejar nuestra portería a cero”, explica el técnico. Con máxima presión se ancló en ese credo porque en seis de los últimos ocho partidos no encajó gol. En las nueve primeras jornadas le habian marcado en todas. Antes de la décima prometió invitar a una pizza a sus chicos si cerraban la meta. Lo lograron, pero tuvieron que preparar la masa para poder degustarla. “Deben trabajar para lograr las cosas”, ilustró Ranieri.
El esfuerzo. Cuando el Leicester ya era una amenaza para los grandes, Manuel Pellegrini, técnico del Manchester City, buscó una explicación. “Juegan un partido por semana y siempre con los mismos. Eso se nota, pero el mérito es muy grande”. Doce jugadores acabarán la liga tras haber participado al menos en treinta partidos. En los parones por los partidos de las selecciones, Ranieri llegó a conceder siete días de vacaciones a la mayoría de sus hombres, que hasta marzo apenas contaban a ese nivel.
Los rivales. El éxito del Leicester es el fracaso de los grandes del fútbol inglés, de Arsenal, Manchester City, Manchester United, Chelsea o Liverpool, de técnicos como Mourinho y Rodgers, que perdieron su trabajo, de Pellegrini, que no continuará en su cargo, o de Wenger y Van Gaal, muy discutidos por sus aficionados. Pero hay que darle crédito al Leicester, derrotado apenas en tres ocasiones en lo que va de temporada, las mismas que el Chelsea la pasada campaña, menos por ahora que ningún otro campeón en los últimos once años.
La campaña. La cota más baja del equipo fue la octava plaza tras la séptima jornada, pero a apenas cuatro puntos del líder. A finales de noviembre llegó a la primera posición. “Nuestro objetivo es llegar a los 40 puntos”, aclaró Ranieri. Holló a esa cota justo en el ecuador del campeonato y desde la jornada 23 nadie le apeó de la primera plaza. Desde entonces solo perdió un partido, en el tiempo de prolongación en casa del Arsenal y con diez hombres sobre el campo.
La gente. La epopeya del Leicester tiene un alcance universal. Es el equipo de los neutrales. “Merecemos un final feliz como el de las películas”, dijo Ranieri la pasada semana. Ya se ha apuntado el interés de alguna productora por llevar a las pantallas la historia del goleador Jamie Vardy, que con 23 años jugaba en la sexta categoría del fútbol inglés, llevó una tobillera electrónica durante un tiempo tras estar involucrado en una trifulca y compaginó el fútbol con el trabajo en una fábrica de materal ortopédico. Ranieri no se disgustó cuando le apuntaron que Robert de Niro podía hacer su papel en el celuloide. “Muero porque ganen el campeonato”, confesó hace unas semanas el príncipe Guillermo, seguidor del descendido Aston Villa. Todos quieren ver al Leicester: el equipo ya ha cerrado su participación en amistosos de pretemporada contra Celtic, Barcelona y PSG, este último en California.