Con pancartas que rezaban “No al encendido” o “Fuera centrales nucleares”, cientos de personas se manifestaron en agosto del año pasado contra la puesta en marcha de uno de los dos reactores de la planta de Sendai, a tan solo 120 kilómetros del epicentro de los terremotos que en los días previos han causado al menos 40 muertos y cientos de heridos.
El seísmo del viernes, de 7,3 grados, golpeó con fuerza a la isla japonesa deKyushu, e inmediatamente desató todas las alarmas sobre el estado de la central nuclear, la única actualmente operativa en todo Japón. Pese a los temores de que el temblor más poderoso vivido en el país desde 2011 afectara a la planta, las autoridades señalaron a última hora que seguía operativa y no había sufrido daño alguno.
Pero en un país que vio cómo el devastador tsunami provocado por los movimientos de las placas tectónicas acababa con 18.000 personas y causaba el segundo mayor desastre nuclear de la historia, no es fácil disipar las dudas de que pueda suceder una nueva catástrofe.
Tras el desastre de 2011, parecía que Japón iba a renunciar a la energía atómica, y el anterior primer ministro, Yoshihiko Noda, anunció en septiembre de 2012 que el país abandonaría este tipo de fuente hasta finales de la década de 2030.
Más tarde, su partido fue derrotado por el de Shinzo Abe, actual líder de la nación,quien dio un giro a esa política y apostó sin ambages por una vuelta a las nucleares. Según insiste, la tercera mayor economía del mundo, que cuenta con escasas materias primas, no puede mantener a largo plazo las costosas importaciones de petróleo y gas con las que suple el cierre de las docenas de reactores que antes producían en torno al 30% de la energía del país.
Pero sus conciudadanos no están de acuerdo, y las encuestas muestran que la mayor parte de la población está en contra de volver a la energía atómica. A los peligros de que se produzca un desastre natural que supere todas las previsiones -algo improbable pero no imposible-, se suma el hecho de que muchos no confían en el gobierno y la autoridad de control nuclear, a los que acusan de actuar en connivencia con las empresas nucleares.
A esta red, a la que se conoce como “el pueblo nuclear”, es a la que el sismólogo y profesor de la Universidad de Kobe, Ishibashi Katsuhiko, acusa de haber ignorado los riesgos derivados de un terremoto y sus propias reglas de seguridad a la hora de aprobar la reapertura de la planta de Kyushu. “La Autoridad de Regulación Nuclear de Japón parece estar sintiendo la presión de la administración actual”, declaró en rueda de prensa semanas antes de la apertura.
Ishibashi es bien conocido en Japón por ser el autor de libros e informes en los que alertaba de peligros relacionados con las normativas sísmicas de las centrales nucleares niponas que más tarde se hicieron realidad. “A menos que se adopten medidas drásticas para reducir la vulnerabilidad de las centrales a los terremotos,Japón podría sufrir una verdadera catástrofe en un futuro próximo“, escribía en el International Herald Tribune de agosto de 2007. Cuatro años más tarde, sus temores se veían confirmados.
De la misma opinión era Mitsuhisa Watanabe, profesor de geomorfología tectónica de la Universidad de Tokio, que hace tres años acusaba a los expertos que asesoran a la industria nuclear de Japón de subestimar la amenaza sísmica, tachando su “pericia y neutralidad” de “altamente cuestionable”.
Mientras, las autoridades se defienden diciendo que han aprendido la lección del pasado, y que por ello se han aprobado los estándares de seguridad “más estrictos del mundo”. Pero sus argumentos no convencen a la mayoría, más aún teniendo en cuenta que muchas de las centrales que están ahora a prueba son muy viejas y tendrán serias dificultades para cumplir con los nuevos requerimientos de seguridad exigidos. Como declaró el analista Greg Peel de FN Arena en una nota,el proceso de reactivación de los reactores va “un paso adelante, dos hacia atrás”, y será dificil que los nipones abandonen sus miedos y vuelvan a confiar en la energía nuclear en el futuro.