viernes, noviembre 22, 2024

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El triunfo en Río corona una amistad surgida en las pistas, hace 16 años

‘¿Qué, ya vas a contar lo de siempre, no? Pues nada, venga…’. A Rafa Nadal se le pasó el enfado con la organización -por culpa de su horario tempranero el sábado ante Del Potro- cuando Marc López comenzó a recordar en público la primera vez que se conocieron. ‘Tenía él 14 años y ya era un crack…’, contaba el doblista sobre su compañero, cuando éste le cortó. ‘¿14? Tenía 12, Marc, tenía 12 y tú 18’, le matizaba ya entre bromas los dos.

La rebaja de los dos años cobra sentido cuando López, El Boleta para su gente, acaba el relato: ‘Ese día, jugamos un set durante el Conde de Godó, como entrenamiento, y le gané 6-0’, subrayaba anoche el barcelonés, con la medalla de oro bien agarrada, tan orgulloso de ella como de aquel primer encuentro victorioso con el crío prometedor entonces y astro después. Dos chavales convertidos en íntimos amigos y ahora compañeros de gloria olímpica. Cuando surge la anécdota, Nadal siempre intenta matizar la diferencia de edad para justificar así el rotundo resultado. ‘Te gané, Rafa, te gané, fue así’, le pinchaba López el sábado por la noche en Río.

La pareja dorada se partía de la risa en la tribuna de prensa, como los dos colegas que son, en confianza. Acumulan vivencias, horas de tenis y ratos de charla. Vínculos que han generado su sorprendente éxito en Río de Janeiro, superiores a parejas especialistas en el doble, como los durísimos rumanos de ayer, madrugada española ya.Marc López también tiene buen cartel en la modalidad, ganador del último Roland Garros junto a Feliciano López, pero con Nadal hacía mucho tiempo que no competía. ‘Los automatismos que tienen otros dúos más expertos los hemos compensado con mucha pasión e intensidad’, apuntaba el doble ganador del oro olímpico (tras el de Pekin), lanzado a por el tercero en los individuales de Río. Una cifra única en la historia del olimpismo español.

Sólo Gervasio Deferr, Joan Llaneras, Luis Doreste y Theresa Zabell tienen dos, como él. Por eso mezclaba alegría e irritación minutos después de bajar del podio, por el poco tiempo de descanso que iba a tener antes de su importantísimo encuentro contra el argentino, en busca de una plaza en la final del cuadro estrella de los Juegos. ‘No sé porque quieren que tenga esa desventaja.

Los de la Federación Internacional suelen hacer este tipo de cosas con los horarios’, lamentaba en un nuevo pellizco a la organización del torneo olímpico, de la que ha criticado casi todo durante los Juegos: desde la colocación de los marcadores electrónicos, hasta las pista impropia donde le tocó jugar la semifinal del dobles, pasando por la acumulación de partidos en tan pocos días. Cree que sería más sano para el tenis olímpico, que su duración fuera más allá de una semana.

Pero su rostro serio cambiaba rápido al mirar a la medalla y a su amigo Marc, ‘el tío más feliz del mundo’, como él mismo se definió. Nadal también lloró sobre el cemento. Acumulaba motivos de felicidad, además de por ganar junto a alguien tan especial para él. ‘Hace 25 días apenas podía entrenar 20 minutos hora cada día. No podía pegar el drive y poco el revés. Sólo pensaba en venir a llevar la bandera en el desfile, porque me hacía mucha ilusión’, explica el rey de Roland Garros, especialmente motivado cuando compite por su país: ‘Los colores de España me sientan bien’.

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