3 de junio de 1990. La guerrilla andina, Sendero Luminoso, deja de acaparar los titulares de la prensa inca. En la televisión local de Perú, se anuncia el “Gran debate”. Alberto Fujimori es por entonces candidato presidencial del movimiento Cambio 90. Su rival: el escritor Mario Vargas Llosa, candidato del Frente Democrático. El debate fue en el Centro Cívico de Lima. Fue moderado por el periodista Guido Lombardi. Así se vivió uno de los momentos clave:
–Él admitió haber tenido una experiencia juvenil con el consumo de drogas–, dijo afanosamente Fujimori. Por supuesto, se refería a Vargas Llosa. –¡Eso es gravísimo!¬–, continuó. –Porque si se quiere luchar contra el narcotráfico, el candidato debe tener la moral bien alta–.
Todos daban como ganador al autor peruano. De hecho, en los debates venideros su intelecto primó. Sin embargo, el electorado rústico, el del Perú bucólico y mayoritario, no le creyó a ese egocentrismo. Ganó el ‘outsider’. Fujimori obtuvo el 62% de los votos; Vargas Llosa, el 37%.
Factor ‘K’
Cuando el escritor de Arequipa fue derrotado por el candidato de origen japonés, su hija, Keiko, apenas estaba en los albores de la adolescencia. Hoy, ella es el Factor ‘K’, un cóctel molotov en la política del Perú: hija de un “exdictador”, exprimera dama, la senadora más votada en 2006 y una mujer fuerte.
Pese a que habitantes de Lima y Tacna han boicoteado mítines de Keiko, su popularidad es innegable. Por ejemplo, de los demás presidenciables, su fan page de Facebook es la que tiene más seguidores: 7 mil, frente a los 3.500 de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) o a los 2.100 de Alan García.
Keiko no es una oradora fluida. Tampoco es una estadista. No conoce en profundidad su país y su carrera política ha sido más bien un MBA de herencia fujimorista. Aún así, el Perú de los años 80 y 90, azotado por el narcotráfico, parece estar de vuelta. Todas las encuestas de intención de voto, en marzo, le dan la delantera. Ipsos-Perú dice: Fujimori (30,8%), PPK (15,1%) y Barnechea (11,7%). La firma GFK la confirma: Fujimori (33,8%), PPK (15,9%) y Barnechea (11,8%). Y la encuesta de CIT Opinión & Mercado indica: Fujimori (28,2%), PPK (16,3%) y Barnechea (13,1%).
Contrincante invisible
Por si la intención del electorado no bastara, las instituciones parecen ‘echarle’ una mano a Keiko. La Ley 30414 o Ley de Organizaciones Políticas, promovida hace un par de meses, se convirtió en el contrincante invisible de las elecciones del próximo 10 de abril. Esta normativa modificó la Ley de Partidos Políticos y es un blindaje contra la corrupción. Cualquier soborno o dádiva serán sancionados con vehemencia. ¿El resultado? Dos candidatos excluidos: César Acuña (Alianza para el Progreso del Perú) y Julio Guzmán (Todos por el Perú).
Keiko no escapó de la polémica. Fue acusada de haber entregado dádivas, pero esta semana fue absuelta. Se mantiene más viva que nunca. Respetando la historia reciente peruana, la segunda vuelta será de nuevo protagonista en la carrera presidencial. En el 2000, el padre de Keiko le ganó, por esta vía, a Alejandro Toledo. En 2001, tras el escándalo de Fujimori, Toledo renació y venció a Alan García. Y el actual presidente, Ollanta Humala, lo es gracias a un 51% de los votos que el electorado le otorgó en una segunda vuelta. Al parecer, en 2016, PPK no tendrá nada que hacer contra el Factor ‘K’.
Pese a que, por delitos de lesa humanidad, el expresidente Fujimori fue condenado a purgar una pena de cárcel hasta el año 2032, la metástasis de la enfermedad que adujo en varios juicios no es terminal. Todo lo contrario. El Fujimorismo está más vivo que nunca. Ahora Keiko tiene la batuta. Hace dos décadas nadie le creyó a Vargas Llosa sobre la inconveniencia de Fujimori en el poder. Hoy, con la historia ya escrita, vuelve y dice que si el Factor ‘K’ gana, se “reivindicaría” la dictadura. ¿Le creerán esta vez?