San Pedro Sula.- Un camino de miedo y sufrimiento, apiñados en contenedores, aguantando hambre y con miedo a perder su vida son parte de las historias que cuentan los hondureños retornados por México, donde los migrantes están siendo detenidos antes de llegar a la frontera sur de los Estados Unidos.
A diario vienen desde la nación azteca cerca de 16 buses con un aproximado de 700 catrachos que regresan a su país por Corinto, frontera con Guatemala, proceso de retorno que continuará durante Semana Santa.
Adicionalmente, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE, por sus siglas en ingles), todos los días envía dos vuelos con hondureños deportados que llegan al Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales.
Las cifras del Observatorio Consular y Migratorio de Honduras (Conmigho) reflejan que hasta el pasado 5 de abril habían retornado 22.160 hondureños, en su mayoría de México y Estados Unidos.
Los hondureños retornados son recibidos en el Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR), de la ciudad de La Lima, donde además de hacerles su registro migratorio se les brinda alimentación, atención médica y kits de higiene personal.
Con sus rostros marcados por el cansancio y sus niños en brazos, los migrantes cuentan con frustración la odisea que vivieron en el camino y cómo fueron retenidos por agentes migratorios mexicanos, enviados a centros de detención y posteriormente retornados a su país.
Aguantando hambre
“Lo peor es cuando lo meten a esos camiones a uno; hasta 17 y 22 horas apretado, aguantando hambre, sin seguridad. Vamos a la mano de Dios, tenemos que cuidarnos unos con otros”, expresó Rodrigo Pérez al relatar su odisea en el camino hacia el sueño americano antes de ser detenido en Puebla (México).
“Para mí fue un poco complicado; sufrimos en el camino y no fue fácil porque nos agarraron y sentimos mucha tristeza porque ya estábamos cerca de la frontera”, manifestó Alejandrina Hernández, una joven madre que viajó con sus dos hijos.
Después de atravesar por ese sufrimiento, agradecen a Dios poder regresar a su país con vida y no en ataúdes, como ha sido el caso de muchos de sus compatriotas que han fallecido en la ruta migratoria mutilados por el tren, a manos del crimen organizado y bandas de extorsión o a causa de las inclemencias del tiempo en el desierto,
Tal es el caso de doña Olga Melgar, una sexagenaria originaria de Pimienta (Cortés), que fue a traer a su sobrino, un menor no acompañado que vino en uno de los vuelos provenientes desde México este sábado.
“Es una honra y gloria del Señor poder recibirlo sano y salvo, porque sabemos que ese trayecto es muy triste; sabemos que otras madres lo han recibido en ataúd, sabemos que Dios hace la obra y lo hemos recibido bien”, indicó