«Esperad seis meses más y ya veréis el resultado final», anunció el actorJohn Goodman ante unos boquiabiertos periodistas durante la presentación de su nueva película, «10 Cloverfield Lane», el pasado martes en Nueva York. Desde entonces, la drástica pérdida de peso de Goodman tiene fascinados a buena parte de los presentadores de la televisión norteamericana, que no dejan de comentarlo en noticieros y magazines. «Me siento muy orgulloso de la atención que estoy despertando, no ha sido fácil. Un día me levanté pensando que tenía que dejar de comer basura y eso hice», ha explicado el magnífico intérprete.
No hace tanto, la estrella de «Los Picapiedra» era un hombre abotargado y con dificultades para la movilidad. De hecho, su papel en la película de los hermanos Coen «A propósito de Llewyn Davis», en la que encarnaba a unorondo y desagradable músico de jazz, parecía hecho a la medida de sus enormes dimensiones. En 2011, John Goodman llegó a alcanzar los 180 kilos. Ahora reconoce que ha perdido unos 60 kilos y espera seguir bajando. «Antes, cada vez que abría la boca engullía una bolsa de M&M. Simplemente, dejé de meterme comida cada cinco minutos», ha explicado en un programa de radio.
El compañero de Roseanne en la serie del mismo nombre, confesó al diario «The Independent», en noviembre del pasado año, que «me gustaría no ser tan gordo». Hoy, por fin se reconoce como un alumno disciplinado en perder peso: «Una vez que dejas de tragar, adelgazas. Cuando yo veía mis manos libres me zampaba algo, casi siempre basura», añade.
A sus 63 años, el protagonista de películas tan emblemáticas como «The Artist», «Monuments Men» o «Argo» confiesa que no ha sido sencillo desprenderse de sus viejos hábitos. «Echo mucho de menos mis chocolates, mis twinkies (pastelitos industriales rellenos de crema), pero he conseguido controlar mi peso distribuyendo las porciones y haciendo ejercicio con regularidad. Ya llevo un año y medio, me faltan seis meses más. Esto va despacio», explica.
Mucha paciencia
Goodman considera fundamental la paciencia para tener el éxito en la difícil tarea de adelgazar y mantenerse, sin caer en el efecto rebote. «Solía hacer dietas de tres meses en las que perdía veinte kilos, pero luego me sentía bien y me recompensaba con mierdas como los twinkies u otros dulces».
A su ayuno, John Goodman añade una hora de máquina elíptica que tiene en su casa y cientos de abdominales, así como caminar a diario. «El ejercicio es agotador, me desespera. Pero es importante. No se trata de superar una prueba, yo he tomado la decisión de cambiar mi estilo de vida. Hace ocho años deje de beber y eso me ayudó a madurar. Ahora vivo de una forma mucho más saludable».
Consciente de la dificultad, reconoce que es un cambio lento. «Un día me levanté, me miré al espejo y no me reconocí. En ese momento, entendí que si iba a enfrentarme a ese tipo cada día, era mejor que tuviera frente a mí a un hombre sano y no a un idiota. Hoy soy más feliz cuando me miro al espejo».