Armin Meiwes, condenado por asesinar y comerse a un hombre, explica en un documental cómo cocinó su cadáver y el gusto que tenía
«Sabe bien. A cerdo, aunque un poco más ácida y fuerte». Así es como define el macabro Armin Meiwes -más conocido como el ‘caníbal de Rotemburgo’- el sabor de la carne humana en el documental ‘Entrevista con un caníbal’. Un largometraje subido a YouTube el pasado 4 de febrero y que narra pormenorizadamente cómo este introvertido ex oficial del Ejército alemán, experto en ordenadores, asesinó y se comió a su compatriota Bernd-Jürgen Brandes después de que éste se ofreciera a través de internet como plato fuerte de un siniestro ritual antropófago.
El suceso ocurrió en marzo de 2001. En aquella época, Meiwes contactó con Brandes, un ingeniero berlinés que sufría una severa depresión, después de leer un anuncio en la Red en el que la futura víctima se ofrecía a ser comida viva. Ambos se citaron en una casa, donde mantuvieron relaciones. Posteriormente, Brandes tomó pastillas para dormir y un poco de alcohol antes de amputarse su propio pene. Entonces, Meiwes lo cocinó para que ambos pudiesen comérselo. «El primer bocado, por supuesto, resultó muy extraño. Me provocó un sentimiento que no puedo describir. Había pasado más de cuarenta años esperando que llegara ese momento, soñando con él», explica el caníbal en YouTube.
Posteriormente, Meiwes apuñaló a su víctima hasta matarla y la introdujo en la bañera, donde cortó otros trozos de su cuerpo para degustarlos. «Freí un trozo de carne -una pieza de su espalda- y la serví con lo que llamé patatas princesa y coles», detalla. Luego troceó el resto del cadáver y lo guardó en el congelador para ir comiéndoselo poco a poco, hasta que solo quedó la cabeza. Tardó aproximadamente 10 meses en terminar su cruel banquete. «La carne humana sabe bien. A cerdo, aunque un poco más ácida y fuerte», determina en el vídeo.
¿800 caníbales en Alemania?
Meiwes fue condenado en 2004 a ocho años y medio de cárcel, tras solicitar su abogado que la muerte y degustación de Brandes fuese reconocida como una «eutanasia asistida» ante la falta de jurisprudencia sobre actos de canibalismo en el Código Penal alemán. El cargo se saldó como «homicidio», con una pena de ocho años y medio de cárcel, al entender el juez que Meiwes, de 40 años entonces, se habría comido a su víctima para «realizar una fantasía» compartida con Brandes.
La sentencia escandalizó al país y la Fiscalía apeló con éxito ante el Tribunal Supremo para pedir la revisión del caso, sosteniendo que Meiwes había asesinado a Brandes para satisfacer una oscura perversión sexual, un delito que debía ser castigado con la máxima pena. En el segundo proceso, que culminó dos años más tarde, el juez dio la razón a la Fiscalía y condenó a Meiwes a cadena perpetua.
El horror y la consternación que sacudieron Alemania por aquel suceso aumentaron cuando Meiwes aseguró que en Alemania había al menos 800 caníbales en activo. En un primer momento nadie le creyó, pero meses después un investigador que revisó el archivo electrónico del condenado reveló que había recibido ofertas de al menos 204 voluntarios para ser devorados.
Meiwes, que vendió los derechos relacionados con su historia a la productora Stampfwerk, mantuvo siempre una total colaboración con los reporteros que realizaron el documental. De hecho, facilitó varias imágenes macabras del desmembramiento del cuerpo que los responsables del documental prefirieron obviar. Les pareció de mal gusto.