Más allá de la actriz está el personaje público. La expectativa de una parte importante de la prensa ante su vuelta al cine no ha sido el ejercicio cinematográfico en sí, sino la oportunidad de ahondar en esa vida privada que tanto interesa a los medios sensacionalistas. La fascinación por lo privado en esta meca del cine sumergida en la banalidad de las redes sociales, es tan palpable como la tensión de un Real Madrid-Barcelona.
Y Mila Kunis ha sabido aceptar ese rol con entereza y una sonrisa que casi nunca desaparece. Alimenta incluso esa necesidad de saber qué hace en su tiempo libre compartiendo sus impresiones sobre su marido (Ashton Kutcher), su hija de 22 meses, Wyatt Isabelle, y cualquier otra cosa con la que le salen al paso.
La película, Malas madres, se presta para ello en realidad, una comedia de claro tinte comercial dirigida por dos hombres -Jon Lucas y Scott Moore- y protagonizada por seis mujeres, con Kunis a la cabeza y Kristen Bell, Kathryn Hahn, Christina Applegate, Jada Pickett Smith y Annie Mumolo detrás. Tiene un indudable tufo a La mejor amiga de la novia, aunque le reviente que se lo recuerden, y un guion un tanto absurdo sobre un grupo de madres, que, hartas de cumplir siempre con las muchas obligaciones de la vida, deciden revelarse y perder los papeles.
Nada demasiado original ni de gran calado pero suficiente para recuperar una figura que en realidad se ha ganado los galones que la han llevado hasta donde está. A sus 32 años, Kunis es una estrella surgida de la miseria de la ex Unión Soviética, una inmigrante a la que sacaron sus padres de un pueblo de Ucrania con destino a Nueva York. “A los dos días, mi hermano y yo estábamos en un colegio en Los Ángeles“.
Kunis recuerda que no hablaba una palabra de inglés. “Para mí fue como estar sorda y muda al mismo tiempo. No entendía nada, no solo del lenguaje, sino del entorno a mi alrededor. Crecí en la rusa comunista donde todo el mundo es igual y llegas a Los Ángeles y te encuentras con un crisol de caras y culturas que te deja impresionado“. Kunis dice que al principio llegaba a casa llorando todos los días, “pero después me adapté”.
Aunque agradece a sus padres el privilegio por haber salido de la pobreza con la que vivían en Europa -“éramos tan pobres que solía pensar que tomar ketchup con agua como sopa era lo normal para todo el mundo”-, reconoce que les llevó bastante la contraria con eso de querer ser actriz desde muy pequeña.
Admite que empezó a trabajar a una edad temprana por una cuestión de terquedad. “Mis padres querían que estudiara y tuviera una carrera universitaria, no que fuera una artista. Aún así empecé a los 9 años y conseguí seguir estudiando al mismo tiempo”.
Su primer trabajo notable llegó en 1998 al hacerse con el papel de Jackie Burkhard en That 70’s Show, un programa que duró ocho temporadas y en que compartiría cartel con el que después sería su marido. “Debo decir que no me llamó la atención al principio, porque yo tenía 14 y él 19. No había posibilidad de nada”. Dice que se dio cuenta de lo atractivo que era mucho más tarde, con 20 años.
En ese tiempo, se hizo con papeles que le cambiaron la vida, como Paso de ti y Cisne negro, una cinta ésta última que le hizo ascender muchos peldaños como actriz, incluyendo una nominación a un Globo de Oro como mejor actriz secundaria.
Al calor de ese éxito, llegaron papeles protagonistas como Con derecho a roce y el remake de El Mago de Oz de la mano del director Sam Raimi. El destino de Júpiter fue su última película antes de entregarse a sus labores maternas. Por eso no tenía demasiada prisa en volver y tardó tiempo en incorporarse a esta comedia con tendencia al desparrame.
“Debo admitir que el resultado final ha sido mucho mejor de lo que esperaba“, confiesa. “Normalmente me dejo llevar en el rodaje y no sabes qué puede pasar, pero luego ves 20 minutos y sientes que te hace reír y llorar y es un alivio. Es una gran sensación el no tener que odiar tu trabajo”.
Lo atribuye un tanto a su buena suerte con el reparto, un puñado de madres de mediana edad muy dadas a charlar sobre pañales y política entre escena y escena. “Cuando eres parte de un grupo del que disfrutas, es una maravilla. Parece un cliché, pero lo cierto es que si te toca lo contrario es una de las experiencias más duras en el cine. Nunca he trabajado con mujeres con las que haya tenido problemas. Con hombres sí, con unos cuantos”.
En cuanto a las presiones de ser madre y cómo le ha afectado ese nuevo capítulo de su vida, Kunis explica que sus muchos millones de dólares y su posición de privilegio podría afectar la educación de su hija de forma negativa. “Mi mayor temor como madre es que mi hijo sea un estúpido”, analiza. “Quiero decir que es un ser privilegiado que va a tener acceso a tantas cosas, que cómo le enseñas una ética de trabajo a alguien que no necesita una“.
Confía en Kutcher para que entre los dos puedan evitar eso. “Tengo el mejor marido del mundo, un increíble ser humano”, dice orgullosa. Una mujer feliz y perseguida.