Nadie puede ni debe copiar a Messi. Ni sus gestos, ni sus jugadas, ni sus genialidades. Camaleónico y polifacético como Peter Sellers, en Ipurua mostró un catálogo de actuación: ahora hacía de un personaje, y luego se inventaba otro.
Por momentos se vestía de metrónomo que marcaba el ritmo barcelonista, después repartía balones como si fueran sugus, y al final se convertía en una infusión para que sus compañeros se relajaran. Se nota a leguas cuando se lo pasa pipa, sobre todo tras desatar al grupo del nudo armero.Sin la soga en el cuello, el Barça disfrutaba.
Así, Luis Suárez no quiso ser menos que su colega de tropelías balompédicas, y en una demostración de poderío físico y cabezonería se llevó el balón ante Lejeune para certificar la goleada. Tantas cosas comparten él y Messi, que comandan juntos el Pichichi con 15 tantos. Por cierto, ¿no falta alguien en este texto? Sí, Neymar.
Primero le anularon una acción por un fuera de juego inexistente, pero en el tiempo añadido certificó el cuarto tanto con un nuevo pase de Aleix Vidal. Aunque da lo mismo mientras exista un único 10.