Vitaly Bespalov, un joven de 23 años, oriundo de Siberia, en la parte asiática oriental de Rusia, trabajó en una “fábrica de trolls” de San Petersburgo que está actualmente siendo investigada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos por su papel en la presunta intromisión rusa en las elecciones de 2016.
El joven fue un empleado en 55 Savushkina, la dirección de un edificio de cuatro pisos desde donde se sospecha que se divulgaron varias noticias distorsionadas sobre Estados Unidos, la guerra de Ucrania y Occidente.
En un libro titulado “War in 140 Characters” (Guerra en 140 caracteres), escrito por el periodista David Patrikarakos, al cual tuvo acceso el periódico británico Daily Mail, el joven reveló detalles de cómo es la vida dentro de una “fábrica de trolls”.
Estudiante de periodismo, Bespalov se mudó a San Petersburgo en marzo de 2014 para trabajar en Nevia.ru, un sitio de noticias de política.
Sin embargo, seis meses después quedó desempleado cuando la Unión Europea recortó los fondos al sitio tras una serie de sanciones que se implementaron contra Rusia por el conflicto en Ucrania.
Entonces fue contratado por una misteriosa empresa para reescribir noticias sobre Ucrania que incluso le pagaba mejor que su anterior trabajo.
Según recuerda el joven, el interior del edificio era como un hospital: “oscuro y sombrío, con puertas a intervalos regulares a cada lado”.
Su trabajo consistía en reescribir por lo menos 20 artículos, de aproximadamente 800 palabras cada uno, todos los días. No debía cambiar el contenido de las noticias sustancialmente, sino retocarlo: debía reemplazar palabras como “terroristas” por “milicias”, o “Ejército ucraniano” por “guardia nacional”. Eso sí, estaba enfáticamente prohibido criticar a Rusia.
El edificio estaba organizado como una “calesita de mentiras”, dice Vitaly.
En el primer piso, donde él trabajaba, decenas de personas escribían notas para varios sitios rusos y falsos sitios ucranianos.
En el segundo piso, la unidad de redes sociales desarrollaba caricaturas o memes que apoyaban la política rusa.
El tercer piso estaba reservado para bloggers que escribían sitios falsos. Por ejemplo, pretendían ser ucranianos escribiendo sobre lo terrible que eran sus vidas sin comida, calefacción o electricidad. También escribían blogs en inglés pretendiendo ser estadounidenses que criticaban a Barack Obama por su política rusa.
Estos mismo blogs luego se convertían en las “fuentes” que citaban las noticias falsas escritas en el primer piso.
En el cuarto piso estaba la cafetería donde también trabajaban empleados cuyo único deber era publicar comentarios antagónicos en Facebook, Twitter y YouTube de Ucrania y Estados Unidos.
Luego de dos semanas en 55 Savushkina, el propósito de su trabajo era más que claro para el joven periodista: generar críticas en contra de Ucrania y Estados Unidos y encender a la gente con ira.
La “fábrica de trolls” era como “un show de telerrealidad, controlado por poderes externos que ponían a prueba el tiempo que los empleados podían tolerar haciendo trabajo insensato“, indicó Bespalov.
El éxito de su trabajo se medía en relación al número de visitantes a su sitio. Si sus publicaciones generaban tráfico de usuarios, entonces era un buen día en la oficina.
A fines de 2014, luego de tres meses y medio trabajando en el sitio de noticias falsas, renunció por sentirse culpable de sus acciones.
Al renunciar contactó a un sitio de noticias de buena reputación y les ofreció compartir detalles de la vida dentro de la fábrica de trolls.
Tan solo una hora después de publicar un artículo anónimo sobre 55 Savushkina, recibió un largo mensaje de su jefa insultándolo por traidor.
“Podrás creerte un héroe, pero en realidad eres un pequeño hijo de p…”, escribió Anna, su jefa.
A los pocos días comenzó a recibir llamadas amenazadoras y hoy teme salir a la calle.
Bespalov admite haber formado parte del ejército cibernético de Vladimir Putin, pero el Kremlin niega cualquier relación con las fábricas de trolls.
“Es una especie de corrupción legalizada”, dice Bespalov. “Y lo peor de todo, creo que el gobierno cree que es un deber patriótico poner en marcha iniciativas como esta“.
Por su parte, Dmitry Peskov, portavoz del mandatario ruso, niega conocer la existencia del sitio.
“No sabemos nada sobre esta agencia y jamás hemos tenido contacto con ella…incluso si así existiera”, aseguró.