La presidenta brasileña Dilma Rousseff, amenazada de destitución, prometió este martes unos Juegos Olímpicos exitosos pese a que el país atraviesa un periodo “verdaderamente crítico de la historia”. “Conocemos la inestabilidad política.Incluso conviviendo con un periodo difícil, muy difícil de la Historia y de la historia de la democracia, Brasil sabrá convivir con la mejor recepción de todos los atletas y visitantes extranjeros porque creamos las condiciones para eso”, dijo Rousseff al recibir la llama olímpica en Brasilia.
El Senado de Brasil se apresta a suspender a Rousseff del cargo por hasta 180 días el próximo 11 ó 12 de mayo, mientras es sometida a un juicio político por presunto maquillaje de las cuentas públicas. Rousseff, una exguerrillera de 68 años que fue reelecta hace un año y medio, asegura que es víctima de un intento de “golpe parlamentario” tramado por su vicepresidente Michel Temer, que asumiría su cargo.
El proceso de impeachment ya fue aprobado en la Cámara de Diputados por fuerte mayoría el pasado 17 de abril, en medio de una tormenta política que conjuga intrigas y traiciones partidarias, una inmensa investigación por corrupción en la estatal Petrobras y la peor recesión económica en décadas.
La antorcha recorrerá 300 ciudades y será trasladada por unas 12.000 personas hasta llegar al mítico estadio Maracaná de Rio el 5 de agosto para dar inicio a los primeros Juegos Olímpicos que se realizan en América del Sur.
Podría no inaugurar los Juegos de Río
Si es suspendida por hasta 180 días, como anticipan sondeos y expertos, Rousseff será impedida de ser la jefa de Estado durante los primeros Juegos Olímpicos realizados en Sudamérica, y deberá limitarse a esperar el desenlace de su juicio político en la residencia presidencial.
La presidenta, Dilma Rousseff (der.) junto a la capitana del equipo brasileño de voleibol, Fabiana Claudino (izq.), encendiendo la llama olímpica en el Palacio de Planalto. Reuters |
La crisis que asfixia a Brasil podría crear la paradoja de que el país tenga dos presidentes durante los Juegos Olímpicos, uno suspendido (Rousseff) y otro en funciones (su vicepresidente Michel Temer).
El juicio en el Senado puede alargar la agónica disputa de poder entre la mandataria y Temer, que ansía sentarse en el sillón presidencial. Rousseff acusa a su vicepresidente, jefe del PMDB, el principal partido que hasta marzo integró la coalición de gobierno, de “traidor” y de liderar un “golpe parlamentario” en su contra. “Temer golpista”, “No al golpe”, se leía en algunos carteles este martes al paso de la antorcha olímpica.
Con la dinámica política en su contra y la popularidad por el suelo, Rousseff anticipó que luchará hasta el final. Pero el clima de fin de ciclo ya está instalado y, según publicó el diario Folha de Sao Paulo, la presidenta “ordenó vaciar sus cajones”.
En el mismo momento en que muchos asesores del oficialismo encabezado por el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) preparan su currículum tras más de 13 años en el poder, los responsables de los Juegos sostienen que son inmunes a la descomunal crisis.
“Desde el punto de vista de la preparación de los Juegos la crisis no afecta en nada porque realmente nuestra planificación y ejecución fueron muy buenas”, dijo el ministro de Deportes, Ricardo Leyser, en una entrevista reciente con la AFP.
Problemas propios
Intentando blindar los juegos de la grave crisis, los organizadores esperan una cita que deje en la memoria la belleza singular de Rio, ciudad célebre con sus montañas, sus playas y su famosa estatua del Cristo Redentor, una de las postales más conocidas del mundo.
Con las competencias ya en el horizonte y la infraestructura prevista casi totalmente lista, aunque afectada por recortes de presupuesto debido a la peor recesión económica en décadas, los Juegos empiezan a entremezclarse con los titulares del sismo político.
La antesala no fue precisamente un catálogo de buenas noticias en un Rio de Janeiro donde empeoran los índices de violencia y 11 trabajadores han perdido la vida en las obras olímpicas.
Al boom de casos de dengue en Brasil se sumó un brote inusitado de virus del zika, una dolencia también transmitida por mosquitos que trajo consigo un espeluznante salto de casos de bebés nacidos con microcefalia (cerebro anormalmente pequeño) y que encendió alarmas.
El país combate asimismo el virus H1N1, que ya dejó 230 muertes este año, y la chicunguña. La antorcha aterrizó en un Brasil polarizado, inestable y que deriva en un mar de dudas.