La princesa del pueblo, Diana de Gales, cumplió 19 años de su partida, luego de haber sufrido un accidente automovilístico que le robó la vida el 31 de agosto de 1997.
El periódico La Vanguardia publicó un especial sobre su vida:
Lady Diana Spencer, una plebeya, se convertiría en Su Alteza Real la princesa de Gales. Era la primera prometida inglesa de un heredero de la Corona desde el siglo XVII. La futura reina de Inglaterra, tenía sangre azul, como su futuro esposo, ambos eran descendientes del rey inglés Enrique VII.
Diana, la tímida Di, como le llamaban sus amigos, era la hermana menor de Sarah, antigua novia de adolescencia de Carlos. Se habían conocido en 1977 durante una cacería en la mansión real de Sandringham. Ella contaba 16 años, él 28.
El idilio se había iniciado un mes después del 19 cumpleaños de Diana en agosto de 1980, al coincidir ambos en el palacio de Balmoral. Ella vivía entonces en Londres, era profesora en un jardín de infancia.
Los jóvenes salieron juntos durante medio año hasta que el príncipe se declaró y le propuso matrimonio el 3 de febrero de 1981 durante una cena privada en el palacio de Buckingham. Ella aceptó y se fijó la fecha de la boda; se celebraría cinco meses después, el 29 de julio. Los contrayentes seleccionaron esta fecha coincidiendo con las vacaciones parlamentarias para que los ciudadanos contasen con un día festivo.
Diana conectaba con los ciudadanos: “Quiero tener montones y montones de niños. Tantos como la reina Victoria”, declaraba con gesto virginal en una entrevista.
Carlos había dado con la candidata perfecta, transmitía la imagen de la angelical prometida, joven, guapa, recatada, Diana poseía un halo de inocencia que soslayaba su origen plebeyo. Es más, este factor fue ventajoso al hacerla más accesible y cercana a un pueblo que enseguida la hizo suya.
El anillo de compromiso fue una joya espectacular de 18 quilates de zafiros y diamantes, creado por Garrards en 1980. La prensa, pese a ello, lo tachó de joya pleyeba por su ‘asequibilidad’
La víspera de la boda la joven novia, cenó sola frente al televisor como “un cordero a punto de ser degollado”,según confesaría años más tarde.
La ceremonia logró convocar a más de un millón de personas, incluyendo a más de 170 jefes de Estado y gran parte de la aristocracia europea. Todas las casas reales asistieron al evento con la excepción del rey Juan Carlos, que declinó la invitación porque el viaje de novios incluía una escala en Gibraltar.
‘La princesa del pueblo’, como la bautizaría Tony Blair hacía realidad el sueño de las jóvenes británicas de a pie.
Se formaron largas colas desde muy temprano para ver el casamiento. El itinerario contó con 4.000 policías y 2.200 oficiales militares para controlar el desbordado entusiasmo de la abigarrada multitud al paso de la comitiva nupcial por la plaza palaciega.
Lady Diana llegó a la catedral en una carroza de cristal comprada por el rey Jorge V para su coronación, escoltada por cinco policías militares montados. La ceremonia fue oficiada por el arzobispo de Canterbury y otros 25 clérigos.
El padre de la novia tal y como marca la tradición acompañó a Diana al altar, les seguían cinco damas de honor y dos pajes.
Al Príncipe de Gales le acompañaron dos padrinos: sus hermanos, los príncipes Andrés y Eduardo, aún solteros.
Su vida matrimonial estuvo jalonada de escándalos, Diana fue criticada por su personalidad inestable pero pese a su fragilidad, consiguió hacerse muy popular tanto por sus colaboraciones en obras humanitarias como por su carismática personalidad. Codiciada por la prensa, considerada un sex simbol, pronto cambió su imagen recatada e ingenua por otra sofisticada y glamourosa.
Era evidente que el matrimonio no funcionaba. La relación empezó a resquebrajarse en forma pública a finales de los 80 y finalmente a inicios de los 90, el distanciamiento entre ambos cónyuges era evidente. La publicación de su biografía oficial, Diana: su verdadera historia de Andrew Morton, ventiló la verdad.
Diana había sufrido depresiones nerviosas, cinco intentos de suicidio y bulimia.
Mientras tanto, Carlos reanudaba su relación con su amor de toda la vida: Camilla Parker-Bowles, y Diana tenía amantes, entre ellos el capitán de caballería James Hewitt, con quien cometió el adulterio que acabaría confesando frente a las cámaras de televisión.
El 10 de diciembre de 1992, el primer ministro británico John Major anunció la separación oficialmente. Dos años después el príncipe Carlos confesaba su relación adúltera con su amante oficial.
La separación terminó en divorcio el 28 de agosto de 1996. Durante los quince años de su matrimonio Diana cumplió su promesa y tuvo dos hijos, los príncipes Guillermo y Enrique.
El tiempo ha confirmado que el perfecto cuento de hadas jamás existió. Diana vivió acosada por la prensa que hizo de su vida un calvario. Falleció trágicamente en sospechosas circunstancias, víctima de los paparazzis en un accidente automovilístico el 31 de agosto de 1997. Muerta Diana, el príncipe Carlos, eterno heredero de la Corona británica, hizo realidad su sueño al contraer matrimonio con su amor verdadero, Camilla Parker-Bowles.