Él se llama Mario y ella, ChihiraKanae. Físicamente no guardan parecido, pero pertenecen a la misma familia y comparten profesión. Ambos son robots y ambos trabajan en turismo. Esta semana se han conocido en la mayor feria del sector, la ITB Berlín. Ella volaba por primera vez desde Tokio al Viejo Continente. Él viajaba desde la ciudad belga de Gante, donde ha logrado el título de «primer humanoide en un hotel europeo». Los dos despertaron el interés de los visitantes al evento. Pero su presencia allí no era simplemente anecdótica. Mario y ChihiraKanae constituían la prueba de que el turismo corre un riesgo de automatización del 86,7%.
«Todavía estamos explorando las posibilidades de la tecnología, cada día descubrimos algo nuevo, esto es sólo el principio de la introducción de los robots en el sector», puntualizó el director general del Ghent Marriott Hotel, Roger Langhout, durante una de las conferencias celebradas en ITB Berlín. Mario es su empleado más joven, no supera los 57 centímetros de alto, pesa sólo seis kilos y habla 19 lenguas. El humanoide trabaja en tres departamentos distintos. Su habilidad para los idiomas lo convierte en el mejor empleado para dar la bienvenida a los nuevos huéspedes. «Es como un imán para sacar una sonrisa al cliente», reconoció Langhout. Ésta es precisamente una de las razones de su incorporación a la plantilla del establecimiento belga, la de generar un «buen recuerdo» en los huéspedes. «Es un gran atributo para nosotros y nos sirve para futuras referencias».
El robot también tiene su responsabilidad en las salas de reuniones, donde se encarga de leer las presentaciones en PowerPoint o explicar el menú en los descansos. Por último, sirve como elemento de entretenimiento gracias a sus juegos y bailes. Y la pregunta del millón: ¿Ha quitado Mario algún empleo? El director del Ghent Marriott Hotel lo tiene claro: «Todo lo contrario, ahora tenemos más trabajo y hemos contratado a más personal».
El doctor Carl Benedikt Frey, profesor de Oxford Martin School, no trajo tan buenas noticias. Según un estudio de su escuela, el turismo es uno de los sectores «con más riesgo de automatización», con un 86,7% de posibilidades. Muy de cerca le siguen otros servicios como el transporte o la limpieza, con un 75%. Los puestos de trabajo más amenazados serán los camareros (con un 94% de probabilidades), los guías turísticos (91%) y los taxistas (89%). En el extremo opuesto se encuentran los encargados de hoteles y restaurantes (8%) y los jefes de cocina (10%).
Aunque las cifras no son optimistas, Frey resaltó: «No significa que estas industrias se vayan a automatizar en el futuro, sino que la tecnología hará posible que puedan automatizarse». ¿De qué dependerá entonces? «De las preferencias del consumidor», concluyó. «Que los hoteles robóticos sean bien recibidos en Japón, no significa que también lo sean en, por ejemplo, Londres».
Según el estudio presentado por Travelzoo, la sociedad ve con buenos ojos la introducción de la robótica en sus vidas. Un 77% de los encuestados se muestra convencido de que esta tecnología jugará un papel clave en el futuro próximo. El 73% dice que los robots mejorarán sus vidas y la mayoría afirma que los aprobaría si hicieran bien su trabajo en los mostradores de ayuda, los centros de información turística, el registro en los hoteles o como camareros.
El doctor anticipó que el sector no podrá evitar tener que «relocalizar» a los trabajadores con mayores posibilidades de automatización hacia otros puestos. En este punto, los humanos tendrán que apoyarse en tres puntos donde «marcarán la diferencia» frente a las máquinas. Primero, la creatividad. «Los robots no son muy buenos a la hora de generar ideas nuevas o incluso de plantear las preguntas adecuadas», dijo. Segundo, la inteligencia social. «Es muy improbable que puedan desarrollar habilidades como el liderazgo, la persuasión o la negociación», especificó. Tercero, la manipulación de objetos y la percepción de la realidad. «Aunque un humanoide sea capaz de identificar un objeto, como un vaso de agua, tiene que calcular la presión exacta para que no se le caiga, pero tampoco se le rompa».